Opinión| Volver a la normalidad

_Por Celestino Cesáreo Guzmán._

Para salir de la crisis que ha ocasionado la epidemia por Covid-19 y transitar hacia una nueva normalidad, tendrían que dejar de cometerse muchos errores desde los gobiernos y desde la propia ciudadanía.

Las cifras de decesos colocarán a México dentro de los tres primeros en el mundo, rebasando a Reino Unido y superado sólo por Estados Unidos y Brasil.
En cada país lideran presidentes de corte populista que oscilan de la extrema derecha como Jair Bolsonaro, el nacionalismo proteccionista de Donald Trump; la pretendida izquierda de López Obrador; sin dejar a un lado al primer ministro de Inglaterra: el conservador Boris Johnson.

A lo largo de estos meses, cada uno de ellos fue reacio a poner el ejemplo de usar el cubrebocas; el brasileño ya enfermó por coronavirus; Trump se ha doblegado ante la dimensión de la tragedia que vive su país, y en México persiste la resistencia del Presidente para utilizarlo, incluso pone en duda su utilidad.

No podemos negar la gran influencia que tiene el Presidente López Obrador en amplios sectores, si hubiera llamado a usar cubrebocas posiblemente miles de vidas se habrían salvado.

En Brasil, se acusó en la Corte Penal Internacional a Jair Bolsonaro por crímenes de lesa humanidad, ante su pésimo manejo de la epidemia.
De poco sirvió a los tres países de este lado del mundo, el hecho de que los contagios llegaron al continente americano semanas después de azotar a China, sus vecinos asiáticos y el continente europeo.

La gestión de la crisis en aquellos países logró aplanar la curva en un lapso de entre tres y cuatro meses; y aún en el escenario de los rebrotes, la dimensión de su contagios y decesos es menor a lo que ocurre en México.

Es claro que si no se reconocen los errores que se han cometido, los contagios y los decesos seguirán. Si no aprendemos las lecciones que nos da esta crisis la curva seguirá en ascenso. Si la vacuna no llega a tiempo, los pronósticos pesimistas hablan de más de 100 mil fallecimientos en el país.

Seguramente tiene mucho que ver en la alta letalidad, la mala salud de los mexicanos, a sus hábitos alimenticios, al pésimo estado en que el actual gobierno recibió los hospitales, o a la falta de conciencia de la gente, pero decirlo tampoco resuelve el problema.

En nuestro país se estableció un sistema de semáforos para llevar al país al necesario retorno a las actividades, la recesión económica por el confinamiento tuvo como resultado el cierre de empresas y la incorporación de millones de mexicanos a la pobreza.
¿Pero qué vamos a hacer para pasar del semáforo naranja al color amarillo y luego al verde?, ¿cuál es la estrategia?, ¿cuáles son las acciones?

En Guerrero se calcula que en diez días podríamos transitar al semáforo amarillo, pero la epidemia no cede, mientras los trabajadores del sector salud se quejan de que persiste el desabasto de medicamentos y carecen de los implementos para realizar su trabajo con las mínimas condiciones de seguridad.

Yo no conozco de los gobiernos tanto estatal como federal, una idea lo suficientemente articulada, pero sí escucho cifras que dicen más que mil palabras.

También veo por parte del subsecretario López Gatell una confrontación con expertos que le hacen observaciones o críticas.

Y no se trata solo de responsabilizar a los gobiernos, cuando está visto que muchos comercios no esenciales permanecieron abiertos pese a la prohibición, los ciudadanos organizaron fiestas que tuvieron que ser disueltas… Aún se puede ver en las calles personas que no utilizan cubrebocas y en los mercados públicos la sana distancia es sólo una idea.

En lo que llegan las vacunas y se aplican, las muertes seguirán si no se toman medidas de prevención efectivas y permanentes.

Se han mencionado en estos meses medidas de protección que desde la ciudadanía debemos tomar de forma generalizada para reducir los contagios y las muertes.

No podríamos volver a la nueva normalidad si no respetamos la sana distancia, el lavado de manos y el uso de cubrebocas debe ser una regla que se cumpla, en especial para todos aquellos cuyo empleo sea el manejo de alimentos o medicamentos como ya se estableció como regla en países de Europa.

Desde los gobiernos, se debe considerar cambiar el modelo de monitoreo que hasta ahora se utiliza y que no ha dado buenos resultados, por uno de seguimiento y aislamiento de casos, así como hacer pruebas de forma masiva.

En el corto y mediano plazos, los gobiernos deben enfocar sus esfuerzos en transformar el sistema de salud. Invertir en este rubro debe ser de alta prioridad.

Muchas de estas decisiones se toman desde el ámbito federal, por ser el rector en materia de salud, y muchos gobiernos estatales siguen su directriz, entre ellos Guerrero.

Por eso, tal vez sea tiempo de cambiar al subsecretario que nos engaño y regaño todos los días y le fallaron todos los pronósticos; tal vez sea necesario que lleguen expertos de la Organización Mundial de la Salud o que las voces de los científicos que han sido ignorados sean escuchadas. Tal vez, lo cierto es que algo debe de ocurrir, porque no podemos seguir como vamos.

Nadie que sea bien nacido y que ame a su país, podría apostar a que las cosas sigan como van, a que la tragedia sea mayor en Guerrero y en México.

Ante la nueva normalidad algo tiene que cambiar de forma y de fondo desde los gobiernos y desde los ciudadanos.

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