Por Misraim Olea Echeverría
La mañana del lunes 8 de febrero, López Obrador sepultó la esperanza de quienes creímos que después de contagiarse de COVID-19 replantearía su estrategia de salud, no fue así, por el contrario el Presidente llegó más decidido que nunca a no usar cubre bocas
Luego de dos semanas, AMLO regresó a las mañaneras luego de resultar positivo en los exámenes que se realizó al sentir algunos síntomas relacionados con la COVID. A pregunta expresa de un reportero, sobre si ya comenzaría a usar cubre bocas, Obrador respondió que no, porque, siempre de acuerdo con sus propios datos, él ya no contagia.
El equipo del Presidente ya organiza su próxima gira de trabajo, ya que como lo ha mencionado en reiteradas ocasiones, no puede dejar de trabajar, aunque esto lo exponga, exponga a su staff e incluso exponga a quienes le saludan.
López Obrador no sólo ha sido indolente durante la pandemia, también ha sido irresponsible e indiferente con los cientos de miles de víctimas del COVID-19.
La indolencia del Presidente ha permitido que la gasolina continúe subiendo, el costo de la energía eléctrica y recientemente el precio de la tortilla, ante esta tragedia no ha apoyado de manera efectiva a los miles de trabajadores que se quedaron sin empleo, ni a los empresarios que perdieron sus negocios. Él como ellos, según dice tiene que salir a trabajar, la diferencia es que ellos como él, no tienen una clínica privada en casa, ningún médico exclusivo que lo atienda las 24 horas.
La irresponsabilidad de López Obrador ha cobrado más vidas de las que se contemplaban en el inicio de la pandemia. Sus llamados a salir de casa, abrazarse, así como no usar cubre bocas, han impactado e manera negativa y han ayudado a que el contagio sea imparable.
Nadie nos puede ayudar ante la indiferencia de AMLO, estamos desamparados ante sus decisiones que evidentemente son equivocadas. Hay por hoy, cuando necesitábamos un líder, López Obrador es la desesperanza de México.
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