Por Jesús Lépez Ochoa
Yo no voy a desacreditar el mérito que pudiera tener o no el actor Eugenio Derbez para que le hayan puesto una estatua en este puerto, pero sí quiero retomar una propuesta que hace algún tiempo hizo el hoy dirigente de Movimiento Ciudadano Ramiro Solorio y con la cual coincido totalmente: Colocar una escultura de Lizmark en la Costera.
Sí, de Lizmark el luchador. Expresaré mis propias razones que tengo para proponerlo.
Primero porque Lizmark fue un gran deportista. Ganó varios campeonatos mundiales, nacionales y locales en diferentes categorías.
Segundo porque Lizmark fue un gran promotor turístico gratuito en el segmento de mercado que ha mantenido vivo a Acapulco durante las últimas tres décadas: el turismo nacional, el popular, el que va a las arenas de lucha y también a las de Caleta, Caletilla, Papagayo, etcétera.
Aunque acaben agarrándose a sillazos y descontones en nuestras playas y taquerías, en algo tuvo razón la célebre “Lady Tepito”, de ellos come nuestro sector turístico local porque el turismo de alto poder adquisitivo es cada vez menor, y el poco que llega, o tiene su condominio, o se aloja en hoteles de inversionistas foráneos.
Si se toma en cuenta que siempre fue parte de las principales empresas de lucha libre del país que transmitían en la televisión nacional las luchas estelares, hablamos de una promoción general, a todo el auditorio y en todo el país, cada que los cronistas como el doctor Alfonso Morales se referían a él como acapulqueño o incluso como clavadista de La Quebrada aludiendo al atractivo turístico referente de nuestro puerto.
Lo mejor es que no costaba un solo peso al Fideicomiso de Turismo local. ¡Siquiera por eso caray!
Tercero porque Lizmark sí hizo vecindad en Acapulco. El acapulqueño nace y se hace, como muchos de nuestros vecinos y amistades Don Juan Baños Vázquez, así se llamaba el señor Lizmark llegó muy joven a Acapulco desde su natal Oaxaca y aquí debutó en 1976 como luchador en la Arena Coliseo que, por cierto, me dicen que pronto volverá a funcionar y ojalá incluya un salón de la fama para homenajear a boxeadores y luchadores que literalmente se la partieron en su ring durante años.
Incluso dicen quienes tuvieron el honor de conocerlo que trabajó como barman en un conocido hotel de este puerto donde Lizmark se estableció, se desarrolló como deportista profesional, tuvo su familia y está sepultado en el cementerio Valle de la Luz desde el año 2015.
Por cierto que el próximo 16 de diciembre se cumple su sexto aniversario luctuoso y sería bueno se rindiera un homenaje a este personaje.
Ojalá quienes estén al frente de las áreas de Turismo y del Deporte en los gobiernos de Evelyn Salgado Pineda y Abelina López Rodríguez tomen en cuenta esta propuesta. Honor a quien honor merece.
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