Por Jesús Lépez Ochoa
La acción de la fiscal de Guerrero de arrodillarse para dialogar con una familiar de la menor Yoseline que había sido secuestrada por hombres armados fue inteligente.
Preferible que la foto sea de una funcionaria arrodillada de manera horizontal con la ciudadana desesperada por recuperar con vida a su sobrina, en este caso la tía de Yoseline, que la ciudadana postrada mientras la funcionaria está de pie a modo de cruel verdugo.
Aunque para fines de denostar cualquier foto funciona a sus críticos.
Pero si bien este fue punto a favor de la fiscal, también hay que decirlo, fue un terrible y condenable error que se filtrara un documento oficial sobre un asunto de violencia familiar entre los padres de la víctima de secuestro.
Los familiares tienen razón. Nadie más tendría ese documento más que la Fiscalía ante la cual se hizo la denuncia hace un par de años, asunto que a decir de la madre, ya se había solucionado.
La filtración fue una canallada, de ahí que la acción de la fiscal de arrodillarse poniéndose a la par de la familiar fue astuta no sólo porque vió la oportunidad de reducción del daño y la aprovechó, si no porque de esa manera pudo empatizar y mejorar las condiciones de diálogo por la justificada indignación contra quienes buscaron la equivocada salida fácil de afectar al papá de la víctima.
Aplicó bien el manejo de crisis y probablemente haya calmado un poco la molestia de la gobernadora Evelyn Salgado Pineda que puso el ejemplo a sus funcionarios al acudir personalmente a dialogar con la gente y de esa manera presionarlos para dar una rápida respuesta que derivó en lo realmente importante: ¡Yoceline volvió a su casa!
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