Por Oscar Basave Hernández
Si algo vino a demostrar la larga noche del 26- 27 de septiembre del 2014 en Iguala con la desaparición y ahora reconocimiento de la muerte de los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, es el grado de colusión que existía o existe entre el crimen organizado y las autoridades gubernamentales en Guerrero. Por lo menos quedó reiterado con la participación del presidente de ese municipio, José Luis Abarca, por su vínculo con esos hechos.
Antes de Iguala, el exalcalde de Petatlán, Rogaciano Alba Álvarez, había sido preso por delincuencia organizada, eso apenas en Guerrero porque en otros estados ya han sido acusados exgobernadores. Es decir, el crimen organizado representado por personajes ligados a la producción, trasiego y venta de drogas, tienen una fuerte vocación sistémica, lo cual quiere decir que están ligados al sistema político del país.
Desde que se incrementó como fenómeno y aumentaron su fuerza, los grupos criminales han presionado o cooptado a gobernadores y presidentes municipales, de presidentes de la República no se ha podido comprobar porque no se ha enjuiciado a ninguno de quienes ha ocupado la silla del Ejecutivo, aunque se especule al respecto de sus ligas con el narcotráfico.
Esto demuestra la capacidad que tienen los líderes del narcotráfico para adaptarse y adaptar al sistema político para su beneficio, por lo que han hecho que el Estado pierda poder.
Como parte de sus actividades delictivas los narcotraficantes se apoyan en el sistema político e intervienen en él. Contribuyen y financian en campañas políticas y con ello ganan más poder.
En cambio, los jóvenes estudiantes de la Normal Rural “Isidro Burgos”, son de naturaleza antisistémica, combaten al Estado, al sistema político y al sistema de partidos. Durante las primeras elecciones de la gubernatura luego de los hechos del 2014, buscaron boicotear los comicios. El boicot no próspero, y sus llamados a no votar sólo fueron atendidos por los radicales antisistémicos, es decir aquellos con los que coinciden.
A diferencia de otros movimientos juveniles que se dieron en el mundo en la primera década de los 2000, lograron incidir en el sistema político porque aprovecharon la indignación encauzándolo a la conquista de curules parlamentarias y otros espacios políticos.
El gobierno federal que proviene de un movimiento de izquierda, pero que en términos del politólogo Juan Linz tiene una vocación semileal – juega con las reglas establecidas, pero si los resultados no le favorecen no reconocen la derrota–, un día dicen que nadie por encima de la ley y al otro que no le vengan con cuentos de que la ley es la ley.
Es en estas condiciones en que se detuvo al exprocurador Jesús Murillo Karam al que se le acusa de ser autor intelectual de la denominada “verdad histórica” … esa frase y la de “ya me cansé”, son de fondo el motivo de las acusaciones penales, mientras que las que se manifestaron expresamente en su aprehensión como tortura y obstrucción de justicia, serán muy difíciles de sostener jurídicamente, aunque sin lugar a duda permanecerá detenido en calidad de preso de lo que resta de sexenio.
Murillo Karam es el chivo expiatorio necesario para darle algo a los antisistémicos, y será lo más alto que llegue el Estado en contra de funcionarios del anterior gobierno, porque finalmente lo que se está buscando no es la justicia sino alguien que pague y sirva de distracción.
Murillo Karam estará preso pero nuevos líderes del narcotráfico están tejiendo alianzas con otros personajes del sistema, y siempre estará latente otro hecho como el de Iguala.
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