Por Jesús Lépez Ochoa
La defección de Ricardo Taja Ramírez en el PRI es uno de esos chistes que se cuentan solos:
En conferencia de prensa Taja se dijo indignado porque dos familias impusieron a sus hijos como candidatos a diputados y regidores, ¡pero hizo campaña con los juniors!
Mientras tuvo la esperanza de ganar y controlar el presupuesto de 4 mil millones de pesos anuales del Ayuntamiento de Acapulco no estuvo para nada enojado y andaba de abrazo en abrazo con ellos.
¿Y la dignidad? Como camisa sin planchar, la dejó para después.
A nombre del “priísmo ofendido” habló el ex dirigente del Partido Fuerza por México, Julio César Bello Vargas, ese personaje que a veces está en el PRI y veces anda en otros partidos declinando en elecciones.
En su discurso Taja aseguró que a él su padre nunca lo colocó en cargos, como si El Barzón hubiera sido una organización sin ningún peso al interior del PRD cuando de la nada apareció en la lista para regidor por encima de perredistas con más méritos, de la misma manera que luego fue diputado federal por encima de priístas con más trayectoria y méritos.
Aunque en lo que respecta al PRI tiene toda la razón, no lo puso su papá, sino uno de los papás a los que hoy acusa.
A tan graciosas expresiones de cinismo e incongruencia vino una dura respuesta de la secretaria general del PRI, Pilar Vadillo, quien le colocó más adjetivos que canción de Paquita la del Barrio: “traidor, malagradecido, ambicioso”, entre otros.
Bueno, solo le faltó decirle “rata de dos patas”. ¿O sí se lo dijo? La priista habló de que es un nuevo rico y que su fortuna es inexplicable.
Ya tendrán tiempo de aclararlo si Taja acepta el debate al que Vadillo lo retó. No hacerlo sería otra incongruencia más de su parte ya que se publicita políticamente como el que no se raja, ¿o ya se rajó? ¡Qué importa! La dignidad de Ricardo Taja, como ya vimos, puede esperar a que le convenga hacerse el digno.
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