Ian Solís| Regalemos libros estas fiestas

Ian Solís

La temporada de invierno, acompañada de sus festividades (Navidad, Año Nuevo, Día de Reyes) detona ante lo visible, los ornatos de mayor gama; se exhiben una exuberante cantidad de ancianos caucásicos de barba pronunciada, mayor a la suma de todos los hospicios existentes en toda la faz terrestre, en cada casa se puede apreciar a un santa proporcional a la solvencia económica de dicho hogar; en un domicilio de opulencia se ostentan inflables de personajes alusivos a la navidad en acompañamiento de un indispensable juego de luces equiparable al centro nocturno de mayor auge en la ciudad. Por otro lado, en la escasez de un país de contrastes abismales, existe competencia, por mucho que por inercia cualquier escéptico pueda augurar que: a falta de efectivo, falta de ornato. Aquí esa regla se rompe. Los hogares humildes, con un esfuerzo sobrehumano por obtener ingresos para estas fechas, consiguen adornar su morada como a lo largo de todo el año aspiraron tener. Esto es un perfecto ejemplo del espíritu navideño que no responde al de ninguna región en el mundo más que en México. Porque el mexicano por naturaleza nace con un arraigo tremendo por sus tradiciones; esté o no dentro del territorio mexicano, como podemos verlo en nuestros paisanos, que por causas de fuerza mayor tuvieron que abandonar el territorio nacional y dentro de otra nación preparan sus ofrendas para día de muertos; realizan su partida de rosca para seleccionar a los infortunados que tendrán que colaborar con los tamales para el día de la candelaria; gritan al unísono con sombreros y tequila las madrugadas del 16 de septiembre y por supuesto esto se traduce en infantes nacidos en otro país, que por precepto de los padres mexicanos, crecen con este mismo arraigo a las tradiciones, a la fiesta, al convivio.

¿No es acaso lo que siempre se dice de los mexicanos? Que somos fiesteros, alegres, alborotados. Que más que describirnos como fiesteros, lo que intentan decir de nosotros es que somos unidos con los nuestros en eventos que lo demandan. Porque en cada conmemoración hasta los más peleados dentro de un seno familiar logran resolver sus diferencias y la navidad, como el magno evento, no está exenta de esta situación. Desde que se engalana el hogar con el nacimiento y se coloca el pino, en sistemática velocidad, todos los miembros del hogar comienzan a contagiarse de este ambiente decembrino, que evoca un espíritu único de unidad. Los pleitos en esta temporada se disipan con una magia inverosímil. Es verdaderamente increíble la ficción con la que uno se contiene todo el Guadalupe-Reyes; Si te cae mal la tía criticona, la toleras con el pretexto de ser navidad, si resultan exasperantes los cuestionamientos hacia tu sempiterna soltería, igualmente permaneces estoico en tu condescendencia porque es navidad, que si alguna de estas situaciones se presentan en cualquier otra cena de superflua celebración, te indigas con ese familiar a tal grado de pelearse, para luego perdonarlo en navidad. Esto es lo que ha logrado que se fortalezca el adjetivo de mágica para describir esta temporada del año. Permite que esta clase de sucesos que hemos adoptado como mágicos dentro de una normativa navideña acontezcan.

Hasta las preocupaciones cambian cuando se aproximan estas fechas, los adultos dejan de pensar en sí mismos y fijan su atención en, pese a todo pronóstico, poder ofertar los mejores regalos para sus hijos. Quien conoce a sus pequeños, sabe la labor de búsqueda a la que se debe someter para encontrar lo que sabe que a su niño le gustaría hallar por la mañana del 25, lo cual no es malo. Tener atención sobre tus hijos, conocer sus gustos y prestar atención a lo que el mismo niño detalla que le es afín, promueve el fortalecimiento del vínculo entre padres e hijos, lo que podría ser cuestionable es la oportunidad que los padres dejan escapar por ofrecerle a su niño la posibilidad de adoptar un nuevo hábito, como lo puede ser el de la lectura. Si dentro de la disposición económica que tiene un padre al momento de postrar bajo el árbol el juguete que su hijo esperaba, está la de anexar un libro, sería un regalo al que cualquier niño le podría sacar un provecho bárbaro. Esto por supuesto acompañado de una buena instrucción para leer; como incentivos para que el niño no desee desertar su lectura; crear un vínculo agradable para que desee seguir alimentándose de libros, esto puede ser una lectura guiada, donde los padres le lean fragmentos del libro antes de dormir para que él prosiga después; entregarle un libro que tenga buena inducción hacia la lectura, con un lenguaje común, nada complejo ni extenso; seleccionar un libro infantil que posea elementos que resulten afines al infante, es decir; si al pequeño le gustan las caricaturas de aventura, podría interesarle un libro con la misma temática. Bajo estos consejos, un libro como regalo inesperado podría lograr una fomentación de imaginación igual o mayor a la que genera un juguete.

Cabe aclarar que, redactando todo lo anterior a modo de imposición, me dejaría en una postura altamente arbitraria como autor, en el entendido de nuestra sociedad a la que se supone, no soy ajeno, soy partícipe; consciente de la dificultad a la que muchos padres se enfrentan para siquiera dar un mínimo detalle de navidad a sus hijos. Esta columna pecaría de imprudente y escasa de conciencia de clase, si indicara todo lo anteriormente mencionado como obligación para los padres, por esta razón aclaro que esta columna no tiene como propósito dejar coercidos a padres de familia para que a partir de hoy todos regalen libros; lo que realmente es, lejano a una norma, es una invitación abierta a todos los lectores del presente manuscrito, que dentro de sus posibilidades esté el regalar libros.

A esta nueva práctica navideña por impartir regalos, sonrisas y felicidad a los niños podía sumarse nuestro gobierno, que podría donar libros para alguna asociación cultural que guste de promover esta idea. De mi parte como autor, les anticipo iniciaré poniendo el ejemplo y donando cuantos libros me sean posibles a los que deseo, sean próximos lectores frecuentes. Si esta propuesta le resulta agradable para usted lector, le invito a llevar a cabo la propuesta. Somos conscientes de la falta de bibliotecas que tenemos, no abundan los espacios culturales donde se nos puede ofrecer un acercamiento digno con los libros, pero, como agentes responsables de la infancia creciente en nuestra región, seamos capaces de ofrecerle a nuestros niños un encuentro con lo literario a través de esta iniciativa. Si puede, lleve consigo un par de libros en su recorrido por las calles, centros comerciales, playas y ofrezcan a los niños que le sea posible este invaluable regalo.

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