Opinión| División de poderes

Por Celestino Cesáreo Guzmán

El país vive con estridencia, momentos cruciales que definirán las próximas décadas. Un México dividido, discute la actuación de la Suprema Corte de Justicia que revocó la primera parte del Plan B.
El tono de los señalamientos ha escalado a la amenaza de juicio político a los nueve ministros que votaron a favor de la cancelación de las reformas, lo cual me parece un despropósito.
Es cierto que el Poder Judicial al igual que los otros dos poderes, debe ser sometido a revisión para corregir fallas y errores en su actuación, pero abordar estos temas con las pasiones preelectorales del 2024, no es viable.
La división de poderes ha sido la base de la organización política de la nación, sin embargo, en los hechos, ha existido un alto grado de simulación porque en el sistema presidencial que hemos tenido, el Poder Ejecutivo ha sido el articulador y el promotor de muchas actuaciones en el Legislativo y el Judicial.
Lo mismo ocurre en los estados, donde los gobernadores tienen mano en la designación de jueces, magistrados e indudablemente son consultados por las y los legisladores en los congresos de sus estados.
Esta convivencia que no es de ahora, ha desnaturalizado la idea original del constituyente, de tener un sistema de pesos y contrapesos que acoten al poder presidencial.
La convivencia y connivencia de los grupos de poder los alejó del pueblo, en eso el presidente tiene razón, quien de manera aguda ha criticado los privilegios de que gozan estos círculos. La autocrítica debe ir primero.
Posteriormente fueron creados órganos autónomos cuyo propósito fue vigilar, supervisar, señalar los desvíos. Pero hoy se pretende acotarlos, desmantelarlos, eliminarlos, y eso no es sano para el país. Lo sano es perfeccionarlos.
No podemos ni debemos hacer a un lado que el eje articulador de nuestro sistema político es la Constitución, que el órgano revisor en los temas de constitucionalidad es la Corte, que los diputados no pueden legislar violando la Carta Suprema, y que el Poder Ejecutivo su límite es el marco constitucional.
Somos una república, luchamos por vivir en un Estado democrático y plural. Hemos transitado de una hegemonía priista a sucesivas alternancias políticas que han hecho avanzar al país en muchos rubros, pese a lo que se diga en el discurso oficial.
Por eso me parece una salida en falso para el país invocar un Plan C, que no es otra cosa que colocar a López Obrador en el centro de la próxima elección y así lograr la mayoría absoluta en el Congreso de la Unión.
La fuerza, la energía del país está en su diversidad de pensamientos, en la pluralidad, incluso en sus contrastes.
La política es diálogo, el parlamento se define en su concepto.
Y si, como lo expuse en este texto, el país y sus instituciones no funcionaron como era la idea original, no es tarde para recomponer el camino. La división de poderes debe ser efectiva, el ejecutivo no debe ejercer los poderes legislativo y judicial, a fin de que seamos un gobierno de leyes, y no de hombres. México y su gente lo merecen.

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