Por Roberto Camps
La elección interna de Morena por nominar al relevo de López Obrador se decanta en dos personajes: Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard. Lo demás son testimoniales.
Marcelo Ebrard ha tomado una decisión que marcará un parteaguas en la historia política de este país.
Ebrard marcó con su anuncio, los términos en que debe darse la definición del proceso interno de Morena, colocando a este instituto político en una encrucijada.
Lo malo para el hasta ahora canciller, es que aparece muy tarde con estos posicionamientos, yo diría incluso que los “claudistas” ya le ganaron la partida. No tienen las mismas canicas y en los juegos de poder eso es básico.
Hasta ahora, se perfila con fuerza la nominación de Claudia Sheinbaum, quien desde hace meses desplegó en todo el país una intensa campaña que la colocó al frente de muchas encuestas.
La fuerza de Sheinbaum es enorme: el Presidente, muchos gobernadores, mayoría de consejeros nacionales y… gran parte de la estructura del gobierno federal. Una gran cargada sin duda alguna.
En la sesión de este domingo del Consejo Nacional de Morena, se perfila que Sheinbaum obtenga el apoyo mayoritario, pero las formas de la elección son importantes.
No debería darse un atropello a ninguno de los aspirantes. Los morenistas tendrían que darse la oportunidad de que la selección no sea a través de una grotesca imposición, y tomar en cuenta la demanda de un proceso con piso parejo y reglas claras, que disipen el riesgo de una ruptura.
Hay que recordar que, luego de la reunión de los aspirantes con el presidente AMLO, los gobernadores y la candidata ganadora en el Edomex, Delfina Gómez, el dirigente nacional de Morena salió a medios para sintetizar ese encuentro con la bandera de la unidad.
Pero si esta no se da en la realidad, estarían desdeñando el crecimiento que ha tenido Marcelo Ebrard en las preferencias electorales.
En Morena saben bien que en los resultados en el Estado de México pueden ser engañosos, y la elección de Coahuila les debe haber dejado en claro los errores que no deben repetir.
Marcelo Ebrard tiene una historia personal con el presidente López Obrador que no se debe desdeñar: se hizo a un lado en el año 2000 para darle paso a la candidatura por la jefatura de gobierno en el entonces Distrito Federal, ganó AMLO y lo nombró secretario de Seguridad Pública, donde Ebrard llamó a Rudolph Giuliani y mejoraron las condiciones de la ciudad en ese rubro.
En 2011, ambos se perfilaron en el PRD como precandidatos a la nominación por la Presidencia de la República. Todos conocen la polémica de ese tiempo en torno a quien ganó la encuesta, y Marcelo Ebrard nuevamente dio un paso a un lado a favor de AMLO.
Y como dice el dicho: “la tercera es la vencida”. ¿Cómo tratará su partido a Marcelo Ebrard este domingo? Veremos.
Déjanos tu comentario