Médula| De Aguas Blancas a Iguala y Chilpancingo, Evelyn aprueba

La gobernadora resolvió la multitudinaria y peligrosa movilización atribuida a un grupo criminal sin pérdida de vidas.

Por Jesús Lépez Ochoa

Como balde de agua fría debió caerle a los detractores de la gobernadora Evelyn Salgado Pineda que el presidente Andrés Manuel López Obrador reviviera la masacre de Aguas Blancas para contrastar cómo se reaccionaba con asesinatos a las protestas, y a los grupos que protestaban en los gobiernos de los partidos que hoy son oposición en Guerrero.

En su conferencia mañanera del pasado miércoles consideró que “se resolvió muy bien” la liberación de 13 servidores públicos, un vehículo oficial y el retiro del segundo bloqueo de miles de habitantes de varias comunidades de la región Centro del estado movilizados según informó la secretaria de Seguridad, Rosa Icela Rodríguez, por los Ardillos, una de las organizaciones que disputan el control de las actividades ilícitas en la capital.

Aunque con imprecisiones como el número de los miembros de la Organización Campesina de la Sierra del Sur (OCSS) asesinados (dijo 20 y fueron 17) y hacia dónde se dirigían (iban a Atoyac y no a Chilpancingo) el dardo fue directo a la frente de quienes critican los métodos no violentos de resolver conflictos sociales de su propio gobierno y del que ejerce Evelyn Salgado.

Y es que hablar de Aguas Blancas es recordar la caída de un gobernador, cuyo apellido es emblemático del priismo guerrerense, Rubén Figueroa Alcocer; y su sustitución por Ángel Aguirre Rivero, quien años más tarde se hizo perredista y volvió a ser gobernador, ahora constitucional, pero también cayó luego de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa.

Obrador mató como se dice, dos pájaros de un tiro con ese resorterazo a las cabezas más reconocibles del priísmo y el perredismo estatal –Aguirre es el jefe político que controla la dirigencia de ese partido— de tal manera que hacer una carambola de tres bandas recordando los normalistas muertos en una protesta en Chilpancingo durante el gobierno de Zeferino Torreblanca Galindo –el primer gobernador del PRD—hubiera sido una rudeza innecesaria.

¿Y qué evidencia el saldo de 17 campesinos muertos en Aguas Blancas, 2 normalistas muertos en Chilpancingo y 43 desaparecidos en Iguala sobre esos tres gobiernos del PRI y el PRD? La falta de control de sus servidores públicos, de quien ordenó disparar a los de la OCSS que apenas se dirigían a protestar, de quien descuidó que la policía no disparara contra los estudiantes en la capital, o de quien vio cómo los desaparecían en Iguala entre criminales y policías, sin hacer nada.

En la multitudinaria protesta de esta semana en la capital de Guerrero federación y estado actuaron con disciplina y sensatez. No de la manera que a algunas personas les hubiera gustado. Las que “querían ver sangre”, como dijo el senador Félix Salgado Macedonio.

Pero los gustos salen sobrando. Lo que cuentan son los resultados y Evelyn Salgado resolvió una de las protestas más espectaculares para los medios, y más peligrosas para la sociedad y su gobierno, sin una sola vida perdida, sobre todo, de los pobladores de las comunidades que fueron movilizados muy probablemente bajo presiones del grupo que buscaba la liberación de dos de sus integrantes.

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