Por Roberto Camps
El escenario actual en Guerrero es complejo: una red de desafíos persistentes teje un tapiz que demanda atención y acción inmediata.
Desde problemas arraigados en la seguridad y problemas asociados al cambio climático, hasta una atmósfera política enrarecida por las tensiones y el contraste entre candidatos en las campañas. El panorama resulta inquietante pero poco sorprendente.
Aunque las campañas han comenzado en relativa calma, es revelador el dato que ha dado a conocer el IEPC de que 40 candidatos han solicitado protección para que puedan salir a pedir el voto.
Otro ingrediente son los conflictos entre partidos políticos, que dibujan un panorama de competencia polarizada y tensión.
La participación ciudadana se ve amenazada por la intimidación de la delincuencia organizada y la amenaza de boicots por parte de grupos como la CETEG, demostrando la fragilidad que se vive.
Para salir adelante se requieren liderazgos valientes y comprometidos, capaces de enfrentar estos desafíos con visión de futuro y voluntad de cambio. El mejor escenario sería que, una vez que concluya este proceso electoral, se exprese la voluntad de cambio de una nueva generación que aporte su esfuerzo en este propósito.
El problema es que en los partidos políticos, como cada proceso electoral, se reciclan personajes cierran el paso a nuevos cuadros para ocupar espacios políticos, beneficiando a sus cercanos y familiares, una práctica que tanto daño les ha hecho y motivó el hartazgo de la población.
En el PRD por ejemplo, hay quienes decidieron emprender su propio camino, aunque los ciudadanos y muchos militantes del otrora poderoso partido del Sol Azteca lo hicieron desde hace tiempo.
Y no son los únicos que han decidido emigrar, por ejemplo el grupo cercano a Héctor Astudillo respalda a Movimiento Ciudadano.
Esto se verá reflejado en una recomposición del poder en Guerrero. La elección estará marcada por estas sumas y restas y por un voto cruzado de las militancias.
Una mirada crítica a la situación en Guerrrero, revela un inexplicable silencio de los principales actores políticos ante los múltiples problemas que se suceden uno tras otro, por parte de las autoridades estatales y municipales.
En el ámbito electoral, la sombra del crimen organizado se alza amenazante sobre los candidatos. Las denuncias del líder estatal de Morena respecto a amenazas recibidas, si bien son alarmantes, son producto de un momento donde la delincuencia organizada tiende sus redes para influir en los resultado.
Lamentablemente se vive una mayor degradación de la vida en las regiones: desde asesinatos hasta ataques con drones. Los ciudadanos viven atrapados en un ciclo de temor y desesperación.
Algo es claro: la estrategia federal de seguridad no funciona en Guerrero, aunque se presuman cifras que digan lo contrario. Si hay calma, es aparente, todos lo saben.
Esto tendría que llevar a replantear el modelo de prevención y seguridad. Hay casos de éxito en Coahuila y Yucatán que bien vale la pena revisar.
Otro problema añejo que se agravará con los incendios forestales, es la escasez de agua en Chilpancingo. Y es sólo la punta del iceberg de un problema mayor de acceso a servicios básicos.
Los estragos de los incendios forestales y desastres naturales como el huracán Otis dejaron al descubierto la vulnerabilidad de un estado que requiere políticas públicas y presupuestos para mitigarlos.
La economía y el desarrollo del estado se ven comprometidos por la inseguridad y la degradación ambiental, poniendo en peligro sectores vitales como el turismo.
Ante este panorama, es urgente que las autoridades federales y estatales asuman su responsabilidad y actúen con determinación para abordar los problemas que aquejan a Guerrero.
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