Sobre destapadores y corcholatas

De toda esa lista de perfiles que aspiran a la gubernatura del estado de Guerrero, vale la pena pedir: brillantez y pulcritud, y mucho más por supuesto, pertinencia, claridad, visión, acción, congruencia.

Por Marco Antonio Adame Meza

En estos días se han difundido notas periodísticas en diversos medios de comunicación aludiendo a un encarte que el Senador Félix Salgado Macedonio realizó en un programa en redes sociales, en el cual mencionó como perfiles que aspiran a la gubernatura del estado de Guerrero a Abelina López Rodríguez, Beatriz Mojica Morga, Jacinto González Varona, Arturo Pérez Pérez y Jesús Urióstegui García, y, de acuerdo con recientes declaraciones, parece que al final también él terminó por encartarse.

Han surgido inmediatamente los denominativos: suspirantes, aspirantes, corcholatas, tapados. Conceptos que vienen de la jerga de la vida política mexicana, términos coloquiales que, expresa también un contexto especial.

En el siglo pasado, en el contexto del México autoritario de partido hegemónico, ese en el que las elecciones permitían renovar de forma controlada a las élites políticas, a través de un mecanismo unipersonal en el que el gobernante en funciones definía a su sucesor, un procedimiento al que también se conoce como “el dedazo”. En alusión al índice casi glorificado que señalaba, cuál escena renacentista, al designado para sucederlo en el poder político.

En ese contexto, surgieron conceptos como el “tapado”, para referirse al aspirante que mantenía oculto el gran elector o que de forma no abierta intentaba tener el designio del gobernante, sin que se notara tanto el ánimo por suplirlo para no incomodar al poderoso, por aquello de que “el que se mueve no sale en la foto”

Ya con el paso del tiempo, con la llegada de la transición a la democracia, la fuerza del presidente en turno fue perdiendo la capacidad de nombrar a su sucesor y las elecciones en condiciones de libertad organizadas desde la independencia de un órgano autónomo empoderó a una ciudadanía que se erigió, con sus propios desafíos, en gran elector.

Pero los denominativos cambiaron, en la historia reciente de nuestros procesos políticos se ha empleado el término “corcholatas” para referirse a quienes aspiran a ocupar un cargo público.

Pero el concepto tampoco es nuevo o quizá sí, pero tiene sus orígenes en ese México autoritario del que hemos comentado, y del que todavía tampoco podemos desprendernos de algunos rasgos.

Se dice, por parte del presidente Andrés Manuel López Obrador que quien empleó inicialmente el término fue el tabasqueño Leandro Rovirosa, quien se desempeñó como secretario de Recursos Hidráulicos durante el sexenio de, ni más ni menos, Luis Echeverría.

Relató, el propio presidente, que, en una recepción en Palacio Nacional, donde hubo invitados extranjeros, José López Portillo, entonces Secretario de Hacienda, acompañó a Raúl Castro, hermano del líder revolucionario, representante del gobierno de Cuba.

Días antes, se vivía la efervescencia de los «destapados», se barajeaban seis nombres para las elecciones de 1976, entre ellos a López Portillo.

En ese contexto y durante la recepción del encuentro con la delegación cubana, López Portillo y Raúl Castro, se toparon en los pasillos con Rovisora, que había sido incluido en la lista de aspirantes: el líder cubano al saludarlo, le dijo: ‘Ah, el destapador’, y entonces el ingeniero respondió con prontitud: ‘Sí, y esta es mi corcholata favorita’, señalando a López Portillo”. Que finalmente, fue designado candidato del PRI a la presidencia de la república y cursó por un proceso electoral como candidato único, una escena histórica que dibuja el México de partido hegemónico en condiciones de autoritarismo, pues como lo señaló años más tarde el propio López Portillo: bastaba con que su mamá, “votara por su hijo pepito, para que ganara la presidencia”

En este contexto el concepto, y por aquello también las réplicas se ha vuelto vigente y no dudo que sea aplicado en los próximos procesos electorales, como ya está sucediendo.

Al margen de ello, coincido con muchas voces, todavía falta un tramo largo por recorrer, aunque sería ingenuo negar que el camino para la sucesión en la gubernatura de Guerrero, ya comenzó.

En fin. Si regresamos al término, a mí me parece mejor, candidato a candidata, ya sé que esa locución se ha vuelto una categoría del derecho electoral pero el concepto hace alusión, en el contexto de la época clásica, a la “toga cándida” que una persona, aspirante a un puesto, utilizaba para ser visible, visiblemente blanca, impoluta, pulcra, sin mancha. Una presentación que invitaba a la confianza. Por ello, quienes en Roma antigua se esforzaban por llegar a un cargo público, se esforzaban también por ser “cándidus”, es decir, brillantes públicamente.

Por eso, vale la pena retomar esta alusión para dejar el mensaje a quienes aspiran a ser candidatas y candidatos. Y finalmente gobernantes

De toda esa lista, y por la que se acreciente, vale la pena pedir: brillantez y pulcritud, y mucho más por supuesto, pertinencia, claridad, visión, acción, congruencia. Mucho más.

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