Por Marco Antonio Adame Meza
Luego de las elecciones del pasado 2 de junio, el sistema de partidos en México cambió y hemos arribado a uno de carácter predominante. Por ello, las fuerzas políticas que en la historia reciente han tenido presencia, algunas han perdido su registro, como es el caso del PRD, y otras, como el PRI, pareciera que sus dirigencias se aferran a transitar por la misma ruta. El resto de fuerzas se dibujan desarticulas, desorientadas, no digo que ese sea su destino, seguramente existirá, como es normal en democracia, una oposición con un proyecto alternativo, pero por ahora no lo hay.
En este escenario valdría la pena concretar una reflexión, enfocada en MORENA y sus desafíos. Los de la oposición ese es otro cantar.
Digo en principio desafío, porque se trata de una situación cuyas características se definen por laincertidumbre, un alto ingrediente de cambio, un lugar en el que los escenarios podrían llevar a muchas desembocaduras. Es un desafío porque se trata de una prueba, de un punto de inflexión, de un momento que puede representar un antes y un después.
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Lo primero que quiero subrayar, es que la condición de MORENA como partido predominante, misma que le permite tener una fuerte presencia en gobiernos locales, estatales y federal, así como la fuerza en representación política, es un escenario que no se traduce en una circunstancia autoritaria. En principio,porque las vías de acceso a estos espacios, se construyeron desde el respaldo electoral de la ciudadanía.
En ese sentido, la condición de partido predominante debe distinguirse de la circunstancia autoritaria de partido hegemónico, un escenario político ya cursado en México. Sin embargo, aunque es preciso distinguirlo es importante acotar la diferencia no solamente teóricamente sino, además, tener claridad en los límites prácticos para el futuro inmediato.
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Decía al principio que MORENA vive un desafío. Lo es porque en este momento en nuestro país, está sucediendo un proceso peculiar, por un lado, existe un gobierno que prepara su salida, con un liderazgo, el del presidente Andrés Manuel López Obrador, que reiteradamente ha expresado su deseo de apartarse de la vida pública nacional; por otro lado, un gobierno que se configura y que se prepara para tomar la estafeta, con un liderazgo, el de la presidenta electa Claudia Shembaum, legitimada en las urnas, que ha estado construyendo gradualmente un equipo de trabajo para gobernar y al mismo tiempo este dibuja el sello particular del próximo gobierno, sus prioridades y sus estrategias; en el propio partido, por otro lado, en MORENA se vislumbra también una sucesión, y con ello un manera de definir la participación del partido político y su relación con el gobierno, con su militancia, con el resto de fuerzas políticas y con el electorado en general.
Por ello, MORENA, en código democrático, deberá transitar de ser un partido al estilo de “un movimiento carismático de organización territorial” a ser un partido institucionalizado. Más aun en una fase, en la que Andrés Manuel López Obrador ha anunciado su retiro de la vida pública y política. Que, dicho sea de paso, de concretarse, será una demostración de institucionalidad, desapego al poder, desprendimiento y no apropiación de las instituciones públicas.
En consecuencia, el reto para MORENA es mayor. Porque cuando se habla de institucionalización, se refiere a un “sistema formal de reglas y objetivos”, se trata de un proceso por el que cursa una organización al construir un clara y sólida vida interna defuncionamiento. Samuel Huntington (1968) lo define como un «proceso por el cual adquieren valor y estabilidad las organizaciones y procedimientos”. En el ámbito práctico, por ejemplo, el camino a la institucionalización para MORENA tendría que llevar a definir con claridad, las reglas de acceso al partido, la forma y requisitos para adquirir, por parte de la ciudadanía, el estatus de simpatizante y militante, también, sus órganos internos de organización y toma de decisiones, la forma en la que modifican sus estatutos, y por supuesto, la forma y el método en que seleccionan a sus candidaturas, pasando por la manera en que difunden lineamientos, principios y propuestas. Para Angelo Panebianco la institucionalización de partidos políticos es «la forma en que la organización se solidifica», es decir «pierde su carácter de herramienta: se vuelve valiosa por y de sí misma, y su meta se vuelve inseparable e indiferenciable de ella», en otras palabras, que MORENA concrete su vida partidista.
Lo anterior, es un esfuerzo por hacer que el partido se inserte en una dinámica democrática, sin convertir el instituto político en un brazo del gobierno, es decir, distinguiendo entre las acciones gubernamentales y la dinámica política de MORENA, pero, además, dándole al partido una vida orgánica que permita incluir la pluralidad de expresiones sin que mueva ideológicamente al partido o lo aleje de sus directrices políticas que le han dado arraigo electoral.
En ese sentido, por qué será importante para MORENA la institucionalización, porque de esa forma, cubre la ausencia política de López Obrador sin comprometer su estabilidad ni mermar su efectividad electoral, se mantiene leal al ideario político fundacional, se preserva el referente ideológico y sobre todo, permite a la próxima presidenta, Claudia Shembaum, gobernar apoyándose políticamente en el partido, aspectos que fortalecen la democracia,procurando que su presencia predominante, no se traslade nunca en hegemonía.
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