Marco Antonio Adame Meza
En el pasado artículo, abordé temas vinculados a la participación política de los jóvenes, con base en la información actualizada de la Encuesta Nacional de Cultura Cívica, la ENCUCI, el Informe País, y la Estrategia Nacional de Cultura Cívica, presentada hace unos días en nuestra entidad por el Instituto Nacional Electoral (INE) y el Instituto Electoral y de Participación Ciudadana del Estado de Guerrero (IEPCGro).
Como se trata un afluente de información, de la que vale la pena siempre analizar, en esta ocasión abordaré lo correspondiente a la participación política no electoral.
Y es que siempre resulta preciso distinguir que, en democracia, la participación política no se circunscribe al ejercicio del sufragio en la jornada electoral, pues no ejercemos la ciudadanía una vez cada que se celebran elecciones.
Recordemos que la cultura cívica se pondera a partir de tres elementos (Almond y Verba): 1. El conocimiento que la ciudadanía tiene sobre los procesos políticos y democráticos, sus derechos y obligaciones, así como el funcionamiento del sistema político en general; 2. Actitudes cívicas, es decir, la confianza que se tiene hacia las instituciones, y su disposición para participar en la vida pública, y finalmente; 3. Prácticas cívicas, que están enfocadas en las acciones de la ciudadanía, que pueden estar circunscritas en la participación electoral, en las votaciones o en la participación no electoral que bien podrían ser protestas, vida comunitaria y organizativa.
Es en este aspecto en donde cobra importancia la participación no electoral que evalúa la actividad pública de la ciudadanía en el ámbito cívico, comunitario y político, que incorpora actos solidarios, altruistas y de colaboración en búsqueda de resolver desafíos comunes.
En apego a datos de la Encuesta Mundial de Valores 2021, las acciones de participación directa han disminuido en México.
En general, las y los mexicanos participan principalmente en asociaciones de padres de familia (23%), organizaciones religiosas (19%) y deportivas (19%), grupos estudiantiles (16%), organizaciones culturales (11%), organizaciones vecinales (11%), sindicatos y asociaciones de beneficencia (10%). A excepción de los grupos estudiantiles y las organizaciones deportivas, quienes participan en algún otro tipo de organización acudieron más a las urnas (77%).
Es decir, que una ciudadanía con participación comunitaria tiene un sentido cívico más amplio, un mayor involucramiento en los asuntos públicos desde su acción.
En México, las formas más comunes de participación no electoral es recurrir a un partido político (91%) mientras que acudir a un medio de comunicación para exponer una solicitud es la más baja de las acciones de participación con un 86% a la par de pintado de bardas.
En general, en México podríamos ubicar a una ciudadanía con baja participación, que no tiende a organizarse, que puede participar e involucrarse en asuntos electorales, pero no ejerce su ciudadanía en el resto del tiempo.
Cuando pienso en esto, llega a mi mente el pasaje clásico del discurso Fúnebre de Pericles, una recuperación del historiador Tucídides. En el texto, el político ateniense desagrega las características de la democracia, más allá la vida electoral en el ágora y la define a partir de la vida cotidiana de los ciudadanos. Describe: “Tenemos por norma respetar la libertad, tanto en los asuntos públicos como en las rivalidades diarias de unos con otros, sin enojarnos con nuestro vecino cuando él actúa espontáneamente… en los asuntos privados somos indulgentes, en los públicos, en cambio, ante todo por un respetuoso temor, jamás obramos ilegalmente, sino que obedecemos a quienes les toca el turno de mandar, y acatamos las leyes, en particular las dictadas en favor de los que son víctimas de una injusticia, y las que, aunque no estén escritas, todos consideran vergonzoso infringir”.
Dicho esto, está claro que la ciudadanía se ejerce el día de las votaciones, pero también y, sobre todo, en los desafíos diarios, en la cotidianidad. Se puede sentir uno ciudadano o ciudadana cuando vota, pero también cuando participa en resolver un problema directo en su entorno, en su comunidad, también cuando propone, cuando expone un punto de vista o solidariamente impulsa una causa, también cuando se informa sobre la vida pública, cumple las leyes, es tolerante y cuando, finalmente, orienta su actuar hacia la justicia y la libertad.
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