Por Marco Antonio Adame Meza
El sexenio de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, está llegando su fin. Las evaluaciones y valoraciones al respecto son muchas pero se podría hacer un esfuerzo por ubicar algunos rasgos.
En principio, vale la pena destacar los resultados de los últimos sondeos de popularidad del presidente Andres Manuel, tanto oraculuas (71%), Enkoll (77%) como El Universal (73%) lo posicionan con puntajes altos. Estas encuestadoras coinciden en que la seguridad es el tópico que presenta baja evaluación positiva pero por el contrario, la economía en las familias y la política de programas sociales registra altas valoraciones.
Medir la popularidad es importante, aunque no es un indicador objetivo, en principio porque parte de la valoración de la ciudadanía. Aun así, sirve para cuantificar la legitimidad y el apoyo político de los gobernantes, la percepción sobre sus acciones de gobierno y de alguna manera la estabilidad política.
Por eso se destaca que llegar al fin de sexenio con valoraciones altas, es una nota positiva para un gobernante, lo es también que su partido haya mantenido el poder en las últimas elecciones y que de ella, como hemos visto, se haya configurado una importante mayoría legislativa. También es un aspecto positivo los indicadores de estabilidad económica, de reducción de la pobreza y la desigualdad, la efectividad por lo tanto de la política de programas sociales, la apuesta a infraestructura vinculada a las comunicaciones regionales. También considero que es positivo el cambio en la visión que la ciudadanía mexicana tiene sobre sus gobiernos y sus instituciones, de las que sin duda hay mejoría al considerar que el gobierno de la república se comportó de manera honesta (El Universal) (Trasfondo informativo).
También están los pendientes. En los que, indudablemente, puntúa la inseguridad, pues aunque se registran ligera reducción en algunos indicadores como homicidos dolosos (De 25 homicidios por cada 100,000 habitantes en 2022, en 2023 INEGI reportó una tasa de 12 por cada 1000,000), en general la percepción continua ubicando a la violencia como el principal problema del país. El sexenio culmina con territorios de México, Sinaloa por ejemplo, en condiciones de alta violencia. También están los indicadores de salud pública, la fragilidad de las instituciones de salubridad luego de la pandemia dejó expuesta las carencias en cuanto a cobertura y equipamiento por la que ambos temas se convierten ineludiblemente en asignaturas pendientes del gobierno que inicia.
En general, estos podrían ser algunos rasgos contrastantes. También podríamos decir que Andrés Manuel deja el gobierno siendo un actor político relevante para el país, una figura polémica, polarizante, con un lenguaje directo, de un estilo particular, un líder carismático con una narrativa sólida que le permitió arribar al poder, gobernar y entregarlo. La historia, quienes la cuentan y la escriben, sabrán marcar y ajustar en su dimensión cada una de las valoraciones.
También pienso que la forma de hacer política de Andrés Manuel fue siempre pedagógica, un gobernante con arraigo histórico, entendió que su comportamiento en el poder podía no solo definir una tendencia, sino que además podría modificar prácticas política que estaban dadas por hechos.
Como la accesibilidad al presidente, la comunicación directa en el ejercicio de gobierno, la idea de que las acciones de gobierno deben anteponer primero a los pobres y con ello la desmitificación de que los programas sociales no impacta en la pobreza, la idea de que el salario mínimo podría derivar en crisis, la idea de que los medios de comunicación son el cuarto poder, la política de austeridad, la honestidad, la soberanía energética. En general una serie de temas que enmarcan los rasgos del ejercicio de gobernar de Andrés Manuel.
Como todo gobernante, con matices y claroscuros, Andrés Manuel culmina su sexenio con mayores saldos positivos, con resultados favorables y con una tendencia de confianza en el gobierno resultado de procesos democráticos.
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