Jorge Martínez Dionicio
No se exagera, en la comunidad de Huiziltepec, municipio de Eduardo Neri había hasta turistas estadounidenses.La tradición es genial.
En las iglesias del pueblo, alrededor de las 6 de la tarde, resonaron las campanas una y otra vez…Era la señal que indicaba que los fieles difuntos estaban llegando a la comunidad.En la iglesia principal, San José, había un camino que era guiado por veladoras colocadas en los costados, eso significa que debía haber luz para que los fallecidos lleguen con la iluminación y se reúnan con sus seres queridos en el panteón.
En todo ese trayecto se observan ofrendas ancestrales, tradicionales, 100 por ciento mexicanas; con mole rojo, verde, tamales, pan de muerto, flores de cempasúchil, de terciopelo y no puede faltar el mezcal.Huiziltepec que en Náhuatl quiere decir Cerro del Colibrí, es productor de mezcal.
Mezcal del bueno, además de que su principal ingreso de la comunidad es la producción de maíz.
Al llegar al panteón se observó algo hermoso, una vista que es capaz de sorprender a cualquiera, algo fenomenal.
Ya había caído la noche, las veladoras y velas encendidas hacían ver al sepulcro como algo mágico.
-Ya están aquí-.Se escuchó una voz de doña Pilar, quien a la vez rezaba para recibir a los difuntos.
El chile frito no paraba, mientras se sentía un ambiente de paz, tranquilidad y júbilo por la visita.
Ningún niño o niña portaba algún disfraz de alguna película extranjera, solo una Catrina se observó en medio del camposanto.
Al final Huiziltepec lo volvió a hacer. Con una tradición ancestral volvió a reunir a las familias locales y a congregar a muchos visitantes.
Los muertos llegaron al Cerro del Colibrí. Eso de que se van mañana solo es una falacia, porque ellos viven en los corazones de los Huiziltepeños por siempre.
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