Por Oscar Basave Hernández
La frase del histórico primer ministro inglés Winston Churchill es lapidaria: “Algunos cambian de partido para defender sus principios; otros cambian de principios para defender a su partido”, y en el reciente debate sobre la subordinación de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) hubo quienes no sólo cambiaron sus principios sino de plano un golpe de timón en su trayectoria de vida.
El que los diputados federales de la bancada de Morena, al que pertenece el presidente Andrés Manuel López Obrador hayan respaldado la iniciativa no debe causar ni sorpresa. Pero si provoca escozor que en este trance dos nombres:
Uno de ellos, Manuel Vázquez Arellano, sobreviviente de la masacre de Iguala del 26- 27 de septiembre del 2014, legislador por el estado de Veracruz, que pertenece a la fracción de Morena. En su perfil de twitter @omarel44, “sobreviviente de AYOTZINAPA conocido como Omar García. PROMOVENTE DE LA 1ª CONSULTA POPULAR en México. Diputado Federal por MORENA”. El movimiento de los 43 que reclama la desaparición de los estudiantes culpa entre otros al ejército de haber participado en los hechos volentos de Iguala.
El otro nombre es el de la titular de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), Rosario Piedra Ibarra, hija de la legendaria Rosario Ibarra de Piedra, quien forjó su nombre en busca de su hijo Jesús Piedra Ibarra, quien fue desaparecido por militares en 1975.
La polémica por la iniciativa presidencial de que la Sedena asuma el mando de la Guardia Nacional estriba en que la seguridad del país esté en manos de civiles, y por lo cual desde hace varios años organismos de defensa de los derechos humanos, entre ellas la Oficina de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que han considerado que la militarización en México como contraria a los estándares internacionales y que son una amenaza a la protección de los derechos humanos de la población.
Pero además desde hace seis décadas la izquierda mexicana, sobre todo aquellos militantes que provienen del emblemático 68, tienen cuentas pendientes con los militares a quienes culpan no sólo de los muertos de la masacre de Tlatelolco, sino de los muertos y desaparecidos que se dieron posteriormente, durante la guerra sucia y el combate a la guerrilla. Pero el “dos de octubre no se olvida”, ya se olvidó.
Pero como a lo mejor quienes provienen de aquellas fechas ya están muy mayores, que tuvieron demencia senil, para aceptar sin reparos públicos el que los militares obtengan tanto poder en un gobierno que emana de la izquierda.
Por múltiples razones, pero principalmente en que los militares encabezaron golpes de Estado en muchas partes del mundo en la historia del siglo pasado, las más sanguinarias de ellas fueron las de América Latina; es que a las oleadas democráticas de los gobiernos de izquierda (salvo el caso de Venezuela, que el gobierno de izquierda era encabezado por el militar Hugo Chávez) lo primero que hicieron en muchos de los casos fue asumir el control de las fuerzas armadas, con titulares civiles.
Por esttas mismas razones, en la que parte de la izquierda que asumió el poder en el 2018 proviene de aquellas guerras contra el Ejército –68, el Halconazo, la Guerra Sucia—esta propuesta ha hecho que no sólo a que se traguen sus palabras dichas antes del 2018, sino que muchos renuncien a su historia, al discurso de toda una vida.
Seguramente será la victoria con más tinte de derrota que cualquiera que hayan tenido. El día que tuvieron que cambiar de principios para defender a un presidente.
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