Opinión| La ética, tan próxima y distante.

Por Marco Antonio Adame Meza.

Hace unos días, culminé un libro de interés político, un trabajo realizado por la filósofa Adela Cortina, catedrática Emérita de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia en España. Sus trabajos han estado situados en el conocimiento y la sabiduría práctica de la ética. Ese vocablo antiguo, depositado en el origen del pensamiento clásico, vigente en la actualidad de manera nominal, ausente de manera sustantiva.

El libro, titulado: “¿Para qué sirve realmente …? La ética”, debate sobre lo que representa su presencia o ausencia en nuestra vida cotidiana, en las decisiones personales, pero también cómo ello impacta en las relaciones sociales, en el ámbito público y hasta en el funcionamiento de nuestro sistema político.

La filósofa aclara que la ética “no consiste en saber aplicar una regla comprada en alguna papelería, sino en saber valorar cómo actuar en cada caso, teniendo en cuenta el contexto y reflexionando qué tannecesario es, qué tan conveniente resulta esa accióndesde el ámbito personal y social”.

Es por eso que reconoce que la ética influye en la construcción de una vida buena colectiva, en laconstrucción del estar bien, del bien estar.

En el libro, se pone de manifiesto la utilidad práctica de la ética que, entre otras, sirve para eliminar el sufrimiento de todo aquello que depende de nosotros; para forjarse un buen carácter que aumente la probabilidad de ser felices y justos; para recordar que los seres humanos necesitamos ser cuidados para sobrevivir, y que somos capaces de cuidar a los cercanos y llegar a los lejanos; para recordar que es más prudente cooperar en buscar el máximo beneficio; para saber que el apoyo mutuo es más inteligente; para ser protagonista de la propia vida y autores del guion de la propia biografía.

En estos puntos es donde resalta el análisis de la ética en la vida pública. Al respecto reflexiona sobre las consecuencias de decisiones alejadas a la ética desde el ámbito gubernamental.

Cuántas crisis económicas no están fundadas en acciones egoístas de sectores empresarialescoordinados con personajes políticos. Cuántos índices de violencia, indicadores de inseguridad, cuántas olas de asesinatos no pueden ser explicados desde la colusión de autoridades de gobierno con grupos del crimen organizado. Cuántos problemas sociales, cuántas desapariciones, cuántos feminicidios, cuántos escándalos de corrupción no tienen su causa en una deliberación alejada de la ética.

En ese sentido, el vocablo no tiene un matiz individual, depositado en las voluntades particulares de cada persona, sino más bien un significado público, con repercusiones sociales de nuestra vida cotidiana.

Si lo reflexionamos de esa forma, todos los problemas públicos o las crisis sociales y políticas, tienen una explicación desde la errada toma de decisiones apartadas de la ética. 

Hay una visión que propone la catedrática: modificar el esquema del ejercicio del poder, pasar del “ser dominador”, al “ser cuidador”. Trascender de la visión pesimista del ser humano al que se concibe como egoísta por naturaleza al ser humano predispuesto a cuidar, tan intrínseco también en nuestro comportamiento instintivo. Y es que, tenemos esa disposición de cuidar desde el próximo, el cercano, hasta la capacidad de sentir los dolores del lejano y de percibir, como diría el Ernesto Guevara “en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo.”

Ese cambio de paradigma involucra a las y los gobernantes, no como individuos que ejercer el poder público desde sus aspiraciones personales sino como cuidadores sociales, desde una vocación del desprendimiento, aspirando al gobierno como un servicio, desprendido, desmedido y hasta desinteresado. 

Alguien puede decir, pero en nuestra clase política no hay personas con esa disposición, y puede que tengan razón, pero entonces, hay que buscarlas. 

Déjanos tu comentario