Por Jesús Lépez Ochoa
El “todas y todos a sus casas por lo menos un mes” expresado por el subsecretario de Salud Hugo López-Gatell debe tomarse muy en serio.
El funcionario puesto al frente de la contingencia sanitaria por el presidente Andrés Manuel López Obrador previó que entre el 70 por ciento y el 80 por ciento de la población podría infectarse del Covid-19.
También dijo que 15 por ciento de estas personas requerirán ayuda y 5 por ciento cuidados intensivos.
Aplicando el porcentaje más conservador, 70 por ciento, al universo de 3 millones 533 mil 251 habitantes que el INEGI nos dice desde 2015 que integran la población de Guerrero, se estima que más de medio millón de guerrerenses necesitarían ayuda y unos 176 mil ocuparían cuidados intensivos.
Para darnos una idea, el hospital más grande y mejor equipado del estado que es el Vicente Guerrero del Instituto Mexicano del Seguro Social tendrá unas 14 camas para terapia intensiva y el hospital de la Marina apenas unas seis según se informó al hacer el anuncio del Plan DNIII y el Plan Marina.
De tal manera que se debe retardar lo más posible los contagios para que coincidan o concurran lo menos posible y así la capacidad hospitalaria alcance a atender a los más que se pueda. Por eso se nos pide quedarnos en casa.
Claro que eso implica no trabajar y en un estado donde el 97 por ciento del empleo es informal esto es prácticamente morir de hambre para no enfermar.
La pregunta es por qué si los científicos del gobierno mexicano sabían desde hace tiempo, como lo advirtió López-Gatell hace algunos días, que la fase 3 “va a llegar porque va a llegar”, y por lo tanto obviamente tenían claro que en algún momento de la fase 2 nos enviarían a casa, aún no están previstas las acciones necesarias ni en lo médico, ni en lo económico.
Han sido públicas las protestas de personal de salud que no cuenta con el equipamiento necesario para no infectarse al salvar vidas, y las de prestadores de servicios no asalariados, así como también de empresarios ante la incertidumbre por el sustento de sus familias y de sus negocios.
El mismo personal médico no es suficiente y se busca activar a jubilados y pensionados, cuando muchos de éstos son parte del grupo de alto riesgo mayor a 60 años de edad.
El presidente ha dicho que tiene 400 mil millones de pesos para hacer frente a la contingencia pero la única medida económica ha sido un adelanto de transferencias a los beneficiarios de programas sociales que si bien recibirán en una exhibición lo de dos bimestres, tendrán de cualquier manera que administrarlo para que les dure hasta que puedan cobrar nuevamente.
Mientras tanto el resto de los mexicanos pobres siguen descobijados en esta situación de incertidumbre en la que se ha hecho evidente la desigualdad en el acceso a la salud. ¿Ejemplo? El gobernador de Tabasco Adán Augusto López informa en Twitter que contrajo Covid-19 y presume haberse hecho la prueba que al pueblo bueno y sabio le dice el doctor López-Gatell que no sirve de nada.
Hay incertidumbre también por la veracidad de la información sobre los decesos ya que existe la versión de que se están registrando como “neumonía atípica”, lo cual sería un eufemismo de Covid-19.
Tal vez el gobernador de Puebla Miguel Barbosa tenía razón y el Coronavirus solo les da a los ricos, a los gobernadores que tiene acceso a las pruebas, porque los pobres mueren de neumonía atípica. Pero ¿para qué averiguarlo? Intente hasta donde su economía lo permita permanecer en casa, y ruegue a Dios porque no se haga obligatorio cuando no tenga para comer.
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