MC. MAYRA QUEVEDO CARDOSO
Los efectos de la pandemia en el deterioro ambiental del planeta se han hecho sentir; en cuatro años muchas organizaciones reportan un “retroceso” en las batallas ganadas a la contaminación y al deterioro ambiental. Tras años de esfuerzos por disminuir el uso de plásticos de un solo uso, la emergencia nos disparó al polo opuesto al requerirse material sanitario para enfrentar la crisis de salud.
Los presupuestos de los gobiernos de tercer mundo tuvieron que hacer ajustes justificados en el gasto público, sacrificando como siempre a las tres áreas consideradas no urgentes: La ciencia, la cultura y el medio ambiente; sobre todo en este último que no acaba de ser considerado como prioritario para la supervivencia humana, sino como algo externo, ajeno, resistente y eterno, que “se cuida solo” y no requiere de mayor inversión.
Vamos saliendo apenas de la emergencia, la economía mundial está en un mal momento y los nuevos paradigmas socio económicos y políticos aun no terminan de fijarse en la sociedad. Así como se re organizan la economía, la vida diaria, la manera de relacionarnos con otros, por fin podemos dar un respiro y sentarnos a ponerle orden al caos, a retomar la atención por la crisis ambiental.
La pandemia evidenció con creces las asimetrías sociales que ya conocíamos. La distribución del agua potable, condición necesaria para sostener una buena higiene, es solo un sueño para muchas colonias y comunidades en nuestro estado. El manejo y saneamiento de aguas negras ha sido superado en su capacidad de carga y efectividad tecnológica. Los servicios de recolección de basura y manejo de residuos sólidos urbanos requieren de una renovación en todos los sentidos, desde la corrección de rutas hasta el mejoramiento de los propios procesos de aprovechamiento, disposición y eliminación de la misma, priorizando la atención al manejo de residuos tóxicos y hospitalarios que actualmente deja mucho que desear.
Más allá de lo relacionado con los servicios públicos municipales existen otros problemas ambientales: la pérdida de biodiversidad y ecosistemas, la afectación a la salud de nuestros ríos y cuerpos de agua, el manejo de recursos pesqueros y la sobre explotación de los mismos, la pérdida y contaminación de suelos. Temas que se miran a la distancia como la calidad del aire y los escenarios de futuro derivados de la presencia del cambio climático deben ser contemplados en una nueva agenda ambiental para Guerrero. El aumento de fenómenos hidro meteorológicos e incendios con potencial de desastre no es algo que debamos dejar pasar inadvertido. Un aumento del nivel del mar como el que se viene advirtiendo desde la academia para los próximos años, sería perjudicial para las zonas costeras y por ende para la actividad turística en Guerrero.
El panorama parece desalentador. Los presupuestos raquíticos orientados a la protección ambiental y la promoción de la sustentabilidad no favorecen la acción de las dependencias relacionadas con el medio ambiente en los tres órdenes de gobierno; a la par, los organismos internacionales que antes contribuían a la causa, hoy continúan orientando sus programas y esfuerzos a la crisis de salud post pandemia antes que a la crisis ambiental.
Nosotros mismos, a nivel individual, estamos más ocupados en resolver problemas prioritarios relacionados con la economía que con una preocupación por el entorno natural, pero los peligros están latentes están ahí, queramos o no voltear a verlos.
Ignorar la crisis ambiental que se vive en las zonas urbanas y rurales de Guerrero no va a desaparecer los problemas. Urge retomar la agenda ambiental. Necesitamos construir una política ambiental estatal que permee a los municipios, pues es desde el ámbito local donde se encuentran a veces las soluciones más creativas, más baratas y las más acertadas al integrarse mediante la participación ciudadana.
No se trata de inventar el hilo negro. En las universidades día con día se genera conocimiento de los problemas ambientales en Guerrero y se descubren soluciones. Jóvenes tesistas creativos desarrollan ideas de bajo costo pensadas en el contexto del estado; otros tantos adaptan de manera extraordinaria soluciones probadas en otras partes del mundo.
Ante el panorama tan desalentador, es necesario propiciar el encuentro entre las autoridades del sector con quienes producen el conocimiento en materia de sustentabilidad tanto en la máxima casa de estudios del Estado, como en universidades privadas. Urge construir una agenda ambiental propia que parta de nuestro particular contexto.
Las autoridades genuinamente comprometidas con salvaguardar al ambiente y la sustentabilidad en Guerrero son quienes pueden provocar la sinergia con la academia y la sociedad civil organizada para encontrar soluciones para un mejor manejo reparto y uso de los recursos y liderar el camino en pos de la justicia social que es fundamental en la reconstrucción de la paz en el estado.
Es hora. El medio ambiente ya no puede esperar.
Déjanos tu comentario