Por Esteban Valdeolívar
S.
El llamado al «reencuentro con el paraíso» es un surco en el mar de la Bahía de Acapulco que desaparece cuál vertedero de aguas pluviales y residuales que se descargan y mezclan con el agua salada a más de tres meses de confinamiento.
Es domingo, amanece en el «paraíso» sus calles, avenida principal y franja de arena están desiertas al igual que el Mercado de La Progreso que luce vacío, con locales cerrados, será por la hora o es mi impresión. Observo locatarios y gente comprando sin cubrebocas, nadie dice nada con todo y las recomendaciones preventivas que se repiten día y noche.
A la gente parece no importarle que México ya rebasó los 30 mil muertos por Covid19 y es el quinto lugar mundial. El primer fin de semana en el «paraíso» con semáforo naranja tenemos tres mil 811 casos positivos y 512 personas fallecidas y contando.
Pero estamos volviendo a la normalidad, a reencontrarnos con
«el paraiso» de la falta de agua clorada en la ciudad por el pésimo servicio del tandeo y no suministro del vital líquido, al igual que el nulo mantenimiento de las plantas de tratamiento de aguas residuales; los constantes apagones en la ciudad; el desordenado, descuidado y ruidoso servicio de transporte público, las sucias calles que entroncan a las principales avenidas del puerto con puntos negros de basura y contenedores al tope de desechos; los mercados llenos de gente desafiante que poco le ha importado moverse sin respetar los llamados a cuidarse, guardando la distancia y el uso obligatorio del cubrebocas en lugares públicos.
El «paraíso» sigue igual, no cambió nada.
Las crónicas de medios electrónicos, escritos y redes sociales del fin de semana reseñan grupos de visitantes sin respetar los protocolos en la playa, comiendo, ingiriendo bebidas embriagantes y tirando basura con la presencia de vendedores ambulantes que ya son parte del escenario, no obstante la «vigilancia» de los tres órdenes de gobierno.
Sí, vivimos en el «paraíso» en el que no vemos el principio del fin de consecuencias y costos incalculables en el que impera el desorden y la informalidad; dónde la autoridad local insensible, indiferente y voraz, le dió la espalda al contribuyente sin otorgarle estímulos, apoyos o condonaciones para conservar los giros empresariales y mantener la fuente de trabajo y generación de empleos que se perdieron.
En el «paraíso» donde irremediablemente aumentará la pobreza y pobreza extrema que lacera a miles de familias que obligadas por la necesidad seguirán formándose
para recibir alimentos en comedores comunitarios y despensas para mitigar el hambre en tiempos del Coronavirus que llegó para quedarse en nuestro «paraíso».
Como siempre, usted tiene la mejor opinión.
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