Por Roberto Camps
Las «corcholatas» del Presidente han asumido como prioridad, allanar la ley, renunciar a la prudencia y correr por la nominación en su partido rumbo a 2024.
Llama la atención cómo el canciller Ebrard, un figura que por (su carácter diplomático) tendría que ser sobria, se reconozca en la figura de una corcholata, ofrezca su número telefónico para contestar vía whatsapp mensajes de sus seguidores, incluso en horas de trabajo. Lo mismo el secretario de Gobernación.
En esta fiesta que traen los morenistas, se ha perdido la sensatez y en lugar de trabajar por el bien de la ciudadanía, recorren las entidades para sostenerse en la carrera de las encuestas.
En el caso de la Ciudad de México con Claudia Scheimbaun, se organizan eventos masivos en pleno repunte de la pandemia por Covid, y poco le ocupa que en su periodo hallan aumentado en 900 por ciento la desaparición de mujeres. Lo que menos importa es el buen gobierno.
Es lamentable ver cómo los personajes prominentes de Morena degradan las formas de la política y realizan con impudicia, reuniones de corte electoral dejando la ley a un lado. Pero se asumen todavía como moralmente superiores.
Si tuvieran algo congruencia y respeto por los ciudadanos, Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard nos explicarían qué pasó con la línea 12, pues hasta ahora todo han sido sombras y opacidad.
El tabasqueño Adán Augusto López, alaba los tiempos del señor en pleno acto proselitista… ¿y el juarismo que tanto dicen respetar, ¿a dónde se fue el gobierno laico?
El pueblo y sus preocupaciones no pueden esperar a que Marcelo, Claudia y Adán se pongan de acuerdo sobre quien va a ser el próximo que organice las mañaneras, necesitamos líderes que tomen decisiones hoy.
¿Cuánto nos cuesta a los mexicanos las ambiciones adelantadas de las Corcholatas?
Lo único que preocupa al Presidente y sus «Corcholatas» es quién será el próximo en sentarse en la silla grande.
Tres candidatos quieren la presidencia a toda costa y aun así lo que faltan son propuestas, ideas y liderazgos.
Mientras, la inseguridad crece, la economía se estanca; no da confianza a los inversionistas, se tambalea el papel de nuestro país en el extranjero y es puesto en duda.
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